
Bonito es pura atracción
Paisajes naturales magníficos. Vegetación en su máximo esplendor. Aguas cristalinas y fauna que se entrecruza sin cuidado. Esta región, ubicada entre el Pantanal y las Cataratas de Iguazú, es una verdadera joya sustentable del suroeste de Brasil.
Por Juan Carlos Gambarotta
La ciudad de Bonito, Mato Grosso do Sul, Brasil, está rodeada de pequeñas áreas protegidas, en su mayoría privadas. Pocas veces pueden encontrarse en la misma zona tan variadas maravillas naturales.
Para quien viaja desde el sur de Brasil, habiendo tenido monocultivos por cientos de kms a cada lado de la ruta, llegar a la región de Bonito es como entrar en un oasis. Allí predomina la matriz natural del paisaje del “cerrado”, porque el uso de la tierra continúa siendo la ganadería extensiva. Situado sobre un costado del Parque Nacional Serra de Bodoquena, se encuentra el Monumento Natural Gruta del lago azul.
Mientras camino hacia aquella cueva, un tamanduá cruza el sendero. La gruta se presenta como un hueco de varias decenas de metros de alto que permite entrar a las entrañas de un cerro. La muy amplia y alta bóveda – cargada de estalactitas de muy diversas formas- evita que el visitante se sienta encerrado. Llama la atención que muchas de las estalactitas tienen una inclinación hacia la luz, lo que se debe a que hay algas que van creciendo sobre ellas, las que vuelven a ser cubiertas por los minerales.
Al continuar bajando, la oscuridad revela un azul profundo en el fondo de la cueva. Se trata del lago, de ochenta metros de profundidad y de agua clarísima, en cuyo fondo se han encontrado huesos de grandes mamíferos del Pleistoceno.
El Buraco das Araras es una reserva privada que alberga un fenómeno geológico que semeja un cráter, pero que está formado por el derrumbe del techo de una cueva. Los árboles que están al borde del abismo constituyen el dormidero de decenas de guacamayos rojos que el visitante puede ver cuando se congregan al atardecer. Las paredes acantiladas del sumidero son utilizadas para la nidificación de guacamayos y bandurrias.
Pero el mayor atractivo de la zona son los varios emprendimientos ecoturísticos que hay en los ríos Sucurí, Formoso y da Prata. Son de agua inusitadamente clara por el hecho de nacer en terreno calcáreo y tienen grandes poblaciones de peces. En el Río da Prata, la experiencia fue magnífica. El sendero transcurre atravesando una hermosa vegetación donde se entremezclan corpulentos palos rosa y lapachos. Vimos pecaríes, monos caí, guazubirá y grandes pavas mutum. Y no termina ahí. Al llegar al río, se puede hacer snorkel por un tramo de 2 km. En esta experiencia entre adrenalínica y relajante, uno es llevado por la corriente, suspendido a un metro del fondo, mientras desfila entre la vegetación acuática, arena y rocas, rodeado constantemente de cardúmenes. Hay muchas especies de peces, grandes como la piraputanga y el dorado, y pequeños como la mojarra Mato Grosso, enteramente roja. En el Río Formoso, incluso, tuvimos la dicha de avistar dos anacondas.
En los alrededores de Bonito, es irrefutable y evidente que es posible conservar la naturaleza y la alegría de producir sin dañar.