Los nuevos consumidores

Los productos que consumimos, desde los que comemos hasta los que usamos en el día a día, construyen nuestra identidad y reflejan nuestra cultura, intereses, valores, posiciones económicas y políticas. Pero como consumidores, ¿estamos limitados a tomar lo que las empresas nos ofrecen o tenemos el poder de elegir y cambiar esa oferta hacia un lugar más sustentable?

 

Por Lucía Lopez

 

La sociedad está cada vez más interesada no solo en la calidad de vida sino en la calidad del ambiente, comenzando a entender que todos estamos conectados. La preocupación por el origen y el impacto de lo que nos rodea, crece, y la elección de los productos que comemos y habitamos se vuelve más cuidadosa.
La investigadora Helen Goworek, especialista en el comportamiento del consumidor, habla de un desplazamiento de los consumidores de lo “descartable” hacia consumidores preocupados por sus interacciones con el ambiente, electores de una vida simple y más satisfactoria. Estos nuevos públicos están conformados por individuos que se sienten parte del todo y responsables de sus acciones y consecuencias.

 

Kate Fletcher, activista, autora e investigadora de la University of the Arts London define a estos sujetos como “los nuevos consumidores”, más cercanos, participativos en los procesos y preocupados por el prójimo. De esta manera se comienza a recuperar el hacer desde la comunidad, generándose lo que Ignacio Varela llama “comunidad sensible”.

 

 

La información es clave

 

Cada vez se expande más el acceso no solo a la variedad de productos sino también a la información sobre cómo fueron hechos, con qué y por quién. Como proclama la marca de indumentaria Edun: “Llevamos con nosotros la historia de la gente que hizo nuestras prendas”, afirmación válida para todo objeto de consumo.

 

Sin embargo, esas historias no siempre son las deseadas. Todos hemos oído sobre la toxicidad en nuestros alimentos, el gran impacto ecológico de la agroindustria, el abuso de los derechos humanos en los talleres de explotación laboral (“sweatshops”) en donde se producen, por ejemplo, algunos de nuestros accesorios tecnológicos y gran porcentaje de nuestras prendas.

 

Pero para poder elegir es fundamental estar bien informados. Si bien el acceso a la información profunda sobre los productos es aún limitado y su falta es una de las mayores dificultades, es mucho más amplio que hace unos años atrás.

 

Michael Flanagan de la empresa Clothsource afirma que en pocos años vamos a poder obtener ciertos datos en las etiquetas de la ropa y otros objetos, como los químicos empleados, al mismo nivel que las tablas de información nutricional de los alimentos. Según Martin Woolley, investigador inglés, el acceso a la información de los productos ha evolucionado. En una primera etapa el consumidor era totalmente dependiente de lo que el productor le decía de sus productos. Luego, surgieron las asociaciones de consumidores y las revisiones de los productos a través de la prensa y otras publicaciones.

 

Hoy, con internet se puede acceder a otro tipo de información e intercambio de experiencias con otros consumidores y no solo interesa lo más superficial (materiales, apariencia, función), sino también lo más específico (función real e impacto ambiental).

 

Uno para todos y todos para uno

 

Nuestro poder como consumidores reside en el carácter colectivo de nuestras acciones. Una compra aislada del resto no afecta al todo, pero si a cada compra consciente se le suma otra, el efecto puede ser sorprendente.

 

Los impactos negativos para las empresas son grandes cuando los consumidores se ven defraudados. Recordemos la gran exposición que sufrió Nike cuando salió a la luz el documental de Michael Moore “The Big One” sobre los “sweatshops” en donde se producía el calzado. Al bajar las ventas, la empresa se comprometió a tomar medidas al respecto, mientras que el resto de las marcas quedaron atentas a la mirada de la lupa.

 

Cada vez son más las marcas que cambian sus modos de hacer por la demanda del público, aunque algunos más cerca del “greenwashing” que de cambios reales.
En la medida en que demandemos más la ética y transparencia en los sistemas productivos, mayor será la influencia de cambio. Esta demanda también debe trasladarse al Estado, ya que la iniciativa gubernamental es otra pieza clave.

 

Si bien hay una tendencia hacia el consumo responsable, es un largo proceso. Mientras, nuestra acción cuenta. Podemos apoyar a los incipientes proyectos sustentables, comprar localmente, intercambiar productos en plataformas de trueque o con nuestros amigos, reciclar, reusar o reparar, o simplemente podemos pensar antes de comprar algo que no necesitamos. Pero sobre todo, podemos contagiar la práctica consciente de consumo a otros para mostrarle a las empresas que queremos una producción sana y sustentable.

 

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