Un encuentro con gorilas

Como representante de la Federación Internacional de Guardaparques escribí muchas cartas de condolencia tras el asesinato de colegas del Congo, pero solamente yendo podría demostrar que realmente ¨estábamos¨con ellos.

 

Por: Juan Carlos Gambarotta

 

La guerrilla había tomado parte del Parque Nacional Kahuzi- Biega, cerca del Lago Kivu en la República Democrática del Congo, y no se descartaba la posibilidad de toparnos con ellos en la selva. Si bien la zona es bastante montañosa, estos gorilas de la subespecie de Grauer están más relacionados con los de llanura que con los de montaña, y son los que alcanzan mayor tamaño. Lleva dos años adaptarlos a la presencia de visitantes, y deben continuar viendo personas una hora cada día para que no perder el hábito.

Debido al conflicto armado, hacía tiempo que el parque no recibía visitas, y para evitar echar a perder el trabajo, (porque el dinero recaudado se reparte en las comunidades cercanas) todos los días salía una patrulla de guardaparques para pasar un rato con ellos.

 

 

A pocos metros del campamento base nos metimos entre los árboles por un trillo y tras los primeros pasos reviví la sensación de no haber salido nunca de la selva. Me sentía agradecido por tener el privilegio de entrar en uno de los grandes remanentes de la gran selva africana donde hay miles de gorilas y elefantes de selva. Al rato, los rastreadores ya señalan ramitas rotas y huellas imperceptibles para mi. En cierto lugar, una ventana natural permitió ver un paisaje hermoso de cerros cubiertos de selva -como en el que estábamos- y abajo, un valle con el verde brillante de un humedal.

 

Durante la caminata vimos turacos de hermosas remiges moradas y varias especies de monos. Nos acercabamos a otro pantano rodeado de cerros selváticos, cuando oímos un extraño sonido: el producido por un gorila al golpear rápidamente sus puños contra su pecho. ¨Nos están dando la bienvenida¨, dijo el jefe de la patrulla. Nos metimos en el pajonal, se notó un movimiento, y pude ver una hembra con su bebé y, enseguida, varias crías juntas. Después, uno a uno fueron apareciendo los 32 componentes de aquel gran grupo de gorilas. El macho dominante, el gran ¨espalda plateada¨, se irguió y luego comenzó a caminar en cuatro patas hacia mi, desviándose cuando lo tuve a unos cuatro metros. Al igual que en mis encuentros previos con gorilas de montaña, su actitud y su mirada expresaban tal tranquilidad que lejos de infundir temor uno deseaba que se acercaran aún más.

 

Desde que comenzó la guerrilla en el Congo, el número de guardaparques que han sido asesinados es superior al de los gorilas cazados, lo que ha valido la recuperación de la especie dentro de las áreas protegidas. Teniendo delante a estos increíbles seres, pensé en la nobleza y dedicación sin límites de tantos guardaparques, que al costo de sus vidas, hicieron y siguen haciendo posible que los pacíficos (e indefensos) gorilas continúen su existencia. Es imposible explicar la emoción que me produjo eso estando allí.

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